Tiempo: Sol y poco más (temporada seca)
De nuevo y como la mañana anterior Daniel nos levantó de la cama a voces y con ganas de trabajo. Eran las 5 de la mañana y sin activar neurona alguna seguimos el trabajo con el cambio de arena en el vivero de las tortuguitas bebé. Unos cuantos sacos de arena para un lado y otros con la arena recién cocinada en la playa, de vuelta a rellenar los hoyos. Sudor y mucho esfuerzo se podía ver en la cara de cada uno de los voluntarios a los que ese trabajo les parecía demasiado duro y, de nuevo, sin meter comida mañanera en la barriga.
Terminados los hoyos con éxito teníamos nuestro merecido premio encima de las mesas como en la jornada anterior. El desayuno nos pedía con ansias que nos lo zampáramos en silencio y muchísima hambre. Terminado el manjar Alida, una de las compañeras, se ofreció voluntaria para cortar el pelo a quien quisiera. Yo, que no podía perder una oportunidad semejante, alcé la mano y rápidamente montamos la peluquería improvisada bajo los cocoteros y con el rumor del mar yendo y viniendo. Con el paso de los tijeretazos y con ese sonido relajante bajo las palmeras, me di cuenta que estaba ante una experiencia que iba mucho más allá de cortarse el pelo añadiéndole que, de vez en cuando y en medio del corte de pelo, debía liberar alguna tortuga bebé que acababa de nacer al mar. Estaba ante un nuevo sueño que traté de copiar en mi mente como algo enriquecedor y especial, que no quería que se borrara de mi mente. Realmente podía decir que añadía un sueño creado en ese momento a mi lista de sueños y es que, sin pelos en la lengua, creo que es algo que todos deberíamos tratar de vivir alguna vez en esta vida. Sé que era algo muy difícil de conseguir ya que playas casi desiertas como ésta en la que uno pueda cortarse el pelo a su antojo y en estas condiciones ya no quedan en el mundo.
Con el pelo recién cortado y la sensación de haberme quitado un peso de encima seguí sin parar un segundo ordenando mis cosas y haciendo la colada en la pila rústica que teníamos montada entre madera y madera de la cabaña. El día continuaría con nuevas experiencias...
Antes de comer, justo cuando estábamos preparando el almuerzo, un señor que conocía Jimmie, el coordinador del proyecto y local, le comentó que en medio de la playa habían encontrado la mitad de un cuerpo humano. Asustados fuimos a verificar la información hasta el lugar indicado. Así era, al lado de la marea yacían, medio comido por los peces, unos huesos que iban desde la rodilla hasta las lumbares, por una parte se veían perfectamente limpios los huesos y por otra en la cadera, tapada por unos los calzoncillos, algo de carne descompuesta.
Con urgencia llamamos a los servicios de emergencia. Rapidísimamente un policía se acercó y ya le dejamos el resto de trabajo para que ellos se encargaran. Nosotros volvimos a la cabaña y preparábamos esa comida que dejamos a medias; pero con el estómago aún girado por los horribles recuerdos del cuerpo.
Por la tarde me relajé un poco escribiendo y sacando todo lo que estaba viviendo en este diario al que algún día leeré sorprendiéndome de nuevo con todo lo que estaba viviendo en esta aventura.
Como si de una película, sin momentos de respiro se tratara, vino el atardecer en el que me metí al agua entre las altas olas de 4 metros para sacar definitivamente todo lo malo y recargar pilas para lo que vendría después...¡ una larga noche de tortugas bebé!
Unas 140 tortugas nacieron en mi turno de 18 a 21 horas. Un no parar de ir y venir a la playa con esos maravillosos animalitos observando cómo, lentamente, se metían al agua y una y otra vez las olas los retrasaban de su objetivo. Graciosas e incansables, esas pequeñas figuras que parecía como si el duro inicio en su vida fuera un trámite hasta el edén del mar, descargando toda su poca energía para recorrer una pequeña distancia, impregnándose en el ADN necesario para poder volver a ese mismo lugar, 15 años después, a poner los huevos.
Entre tortuguita y tortuguita que soltaba también pude ver como una tortuga mayor entraba a la playa y sin poner huevos salía de nuevo al mar como si estuviera ojeando el área donde iba a tener sus bebés. Con eso y llegando hasta las 21:40, más de mi tiempo establecido de vigilancia hice el cambio para acostarme en la cama.
Esa noche irónicamente soñé con pequeñas figuras en forma de tortugas, nadando en altamar libres y sonrientes, disfrutando de un lento viaje de miles de kilómetros, surcando el océano entero y viviendo miles de aventuras.
Etiqueta: La vuelta al mundo
01 / 12 / 15