Trayecto: Tulcán - Popayán
Distancia recorrida: 400 km
Tiempo circulando: 16:21 horas
Velocidad media: 50 km/h
Tiempo: Lluvia fina
Un día completo en el que no puedo pedir nada más, bueno si una cosa, que no lloviera... pero aparte de eso un día que me ha pasado y he visto de todo.
Lo primero, para mi muy destacable e importante, es la despedida de Ecuador y la entrada de un nuevo país, Colombia en este caso. Un país marcado por Shakira y por la cocaína que nada más entrar he podido ver mucho más.
Un día marcado por la lluvia fina que iba y venía con lo que he pasado la frontera empapado y sin mayores problemas burocráticos que estampar un par de sellos y saludarme sonriendo diciendo:" bienvenido a Colombia man".
Una vez dentro de Colombia me sentí uno más cuando me empezaron a saludar de manera calurosa y con buena honda. Como yo ya tenía planeado, una vez llegué a la ciudad de Ipiales, me puse a preguntar por un banco para cambiar dinero al peso colombiano. Algo como 3100 pesos por 1$. Luego di una vuelta y me dirigí al Santuario de Laja.
El Santuario de Nuestra Señora de las Lajas es un templo para el culto católico. Está situado en la ciudad de Ipiales, al sur de Colombia. Es destino de peregrinación y turismo desde el siglo XVIII.
La edificación actual, la cuarta desde el siglo XVIII, está construida con piedra gris y blanca, de estilo neogótico, a imitación del Gótico del siglo XIV. Está compuesta de tres naves construidas sobre un puente de dos arcos que cruza el río, a la vez hace de plaza para la basílica, uniéndola del otro lado del cañón. La altura del templo, desde su base hasta la torre, es de 100 m, y el puente mide 50 m. de alto por 17 m. de ancho y 20 m. de largo.
Es considerado maravilla de Colombia y del mundo. Destino cultural, religioso y turístico de millares de turistas y peregrinos de varios países que visitan el lugar cada año. Lugar hermoso, espectacular y privilegiado sobre el abismo del río Guáytara, con su entorno de paisaje natural.
Historia
La historia, actualmente aceptada, cuenta como hacia el año de 1754 la imagen de la Virgen del Rosario fue descubierta por una indígena llamada María Mueses, con Rosa, su pequeña hija. Cuando se dirigían de Ipiales, a su casa en Potosí, al verse sorprendidas por una tormenta, María y su hija, buscaron refugio a la orilla del camino entre las piedras planas y anchas que caracterizan esa zona del cañón del río. Para sorpresa de la madre, la niña que, hasta ese momento era considerada sordomuda, llama su atención con las palabras: "Mamita, la mestiza me llama..." señalando la pintura, seguramente iluminada en forma sugestiva por los relámpagos.
Después que las autoridades y los habitantes de la región comprobaran la verdad de los hechos, fueron calificados como prodigio por las autoridades eclesiásticas el 15 de septiembre de 1754. El lugar fue convertido en una referencia para toda la comarca, incluyendo el norte del Ecuador. Luego se inicio la construcción del santuario cuya historia tiene cinco épocas bien definidas.
Después de bajar por unas empinadas cuestas hasta ese precioso santuario tuve que volver a subir y, poquito a poquito, en una hora volví arriba para retomar el camino hacia Pasto.
Con el impermeable llegué a una de las ciudades de salida donde comí un sabroso y típico plato de sancocho con carne asada de manera tradicional en forma de pirámide y en el medio las brasas.
Ya con la barriga a full me puse a recorrer más y más kilómetros entre barrancos y bajadas llenas de flora realmente maravillosa. Surcando el rio me topé con un pueblecito que tenia por nombre Tangua, donde conocí a gente maravillosa. Entre ellos a unos policías del ejército que estaban controlando una de las carreteras. Después de una charla conociéndonos y hablando sobre mi viaje me quisieron ayudar. Bajo la lluvia y con una fuerte subida más adelante fueron parando a varios camiones para que me llevaran. Atónito con la amabilidad de esas personas me empecé a replantear la oscura reputación que tenía de este país con los turistas. Pero aún habría más ya que al poco rato un camionero llamado Gustavo, con la carga vacía pero lleno en pasajeros, se ofreció a llevarme. Primero hasta Pasto y después, habiéndonos conocido un poco más, me recomendó e insistió de llevarme hasta Popayán; pero en otro camión ya que el amigo venia sin nadie.
Me cambié de camión y, ya con el amigo, Dilmer y su copiloto, nos movimos entre curvas y más curvas hasta un restaurante de carretera donde me quisieron invitar a un sancocho de pollo y, entre risas de los tres amigos camioneros que se habían reunido, acabamos el manjar subiéndonos al camión y continuando el viaje que duró hasta las 12 de la noche, momento en que Dilmer me dejó en una gasolinera cerca de Popayán para que esperara a Gustavo y que me devolviera la bicicleta que tenía en su carga del camión.
Una media hora después y cuando empezaba a impacientarme, aparecieron los otros dos camiones junto a mi bici. Me despedí de ellos deseándoles lo mejor y con sueño extremo le pedí a uno de los trabajadores de la bomba (gasolinera) para dormir en algún lugar más o menos seguro. Dicho y hecho, me dejaron un rincón donde até la bici y tendí el aislante para dormir, no demasiado bien por culpa del intenso ruido producido por varios coches con la salsa a toda pastilla y algún perro que me venía a incordiar oliéndome o chupándome.
Etiqueta: La vuelta al mundo
01 / 10 / 15