Trayecto: Sisterone - La Croix Haute Distancia recorrida: 75 km Tiempo circulando: 5: 12 horas Media: 14, 5 km/h Tiempo: Lluvia
Desde el principio de mi aventura no había llovido ni un solo día, y en mi cabeza no dejaba de dar vueltas la idea de que sería mucha suerte si continuaba el tiempo como hasta ahora, pero...
Eran las 4 de la madrugada cuando me levanté sobresaltado por un terrorífico trueno, que fue seguido de relámpagos y otros truenos cada vez más cerca, y a cada ráfaga se hacían más largos y terroríficos. Recordé una situación similar que pasé junto a mis amigos Óscar y Fer en la montaña de Costabona, en el Pirineo Catalán, en la cual a medio camino del refugio nos sorprendió una tormenta, cayendo relámpagos a diestro y siniestro, y recuerdo que apartamos todo objeto metálico y apagamos los móviles procurando no atraer el rayo siguiente.
En definitiva... lo mismito hice en esta situación, saqué de la tienda todos los objetos susceptibles de atraer un rayo y apagué todo aparato eléctrico. Pasé toda la noche hasta las nueve de la mañana, que por fin amainó un poco, durmiendo a ratos y sufriendo por los rayos que constantemente parpadeaban en el interior de mi tienda.
El día continuó como la madrugada, lloviendo (como los intermitentes de los coches) ahora si ahora no. Subimos hasta los 1200 metros de altitud a contracorriente del río, el cual seguíamos, pasando por pueblos con encanto alpino como les Serres (con iglesias y montañas de todos los colores).
También nos cruzamos con un cicloturista suizo, como nosotros, que pretendía ir hasta Sudáfrica, cruzando todo el continente negro. Sin duda un grandísimo viaje.
Para finalizar el día, y como no podía ser de otra manera, a tan solo 10 km de completar la etapa empezó a tronar de lo lindo, así que abortamos la misión de llegar hasta la meta y buscamos donde acampar antes de que empezara a caer una buena. Con prisas encontramos un lugar lo suficiente apartado de la carretera y nos pusimos manos a la obra, y en un periquete teníamos las tiendas montadas. Por suerte no fue hasta, justo en el momento de terminar de montar la tienda, cuando empezó a diluviar.
¡Menuda casualidad! Pero después de un día como el de hoy en el que hemos sufrido las inclemencias de la meteorología, necesitábamos ese puntillo de suerte. Ahora, escribiendo esta crónica desde mi móvil, reconozco que me encuentro destrozado físicamente y, si alguien me puede mandar una sopita caliente, se lo agradeceré eternamente. :)